miércoles, 23 de octubre de 2013

Laicos en el mundo verdaderamente comprometidos con la Iglesia

Úrsula Von der Leyen, una mujer que revoluciona Europa, por el arzobispo de Burgos

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“Una mujer que revoluciona Europa” es el título de la carta de esta semana del arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, sobre  Úrsula Von der Leyen
Se llama Úrsula Von der Leyen. Tiene cincuenta y cinco años. Es una política de tanta talla, que hace sombra a la todopoderosa Angela Merkel. Ha sido ministra de Familia, Mujer y Juventud y ahora lo es de Trabajo y Asuntos sociales en Alemania. Pero es una política atípica.
Los alemanes la llaman “la madre de la nación”, pues tiene siete hijos. Durante sus años en política ha demostrado, con los hechos, las enormes ventajas que suponen los hijos para la sociedad y ha luchado para abrir caminos a las familias que quieren tener hijos en Europa, que está envejeciendo a marchas forzadas.
Pero la ministra Úrsula es algo más que una política de raza. Es una mujer de profundas convicciones religiosas, cristiana y practicante. No tiene empacho en decir que antes de ir al trabajo desayuna todos los días con sus hijos y reza con ellos. Es una de las principales valedoras de recuperar para Europa los valores cristianos, que son, precisamente, los que le han hecho grande. Ella sabe que en esto, la familia juega un papel esencial. Por eso, no le importa liderar una revolución social. De hecho, tiene siete hijos.
Esos hijos le han dado la posibilidad de demostrar la falacia de que es imposible ser madre y progresar profesionalmente. De hecho, tiene la carrera de Económicas y se ha doctorado en Medicina, campo en el que se dedicó a la investigación. Pero ella no tiene la sensación de ser una supermujer. Como ha dicho en alguna ocasión, “no soy una superwoman”. Prueba de ello es que el ámbito profesional en que actualmente se encuentra es fruto de un largo itinerario, donde hay aciertos y errores. Entró en política cuando se percató de la enorme importancia que tiene la familia no sólo como factor de equilibrio sino como herramienta para transmitir valores.
Al llegar al gobierno de Merkel se dio cuenta de que sus cinco compañeras del Ejecutivo, incluida la Canciller Merkel, habían renunciado a la maternidad para dedicarse a la política y que tener siete hijos no sólo estaba mal visto sino que era una auténtica provocación. Pero no se arredró, sino que como ministra preparó una mini-revolución que fue mal vista incluso en su mismo partido. Esta mini-revolución incluía, entre otras, estas medidas: crear guarderías gratuitas y permisos a los padres para que pudieran quedarse en casa cuidando a los niños. Esto último trajo consigo que llegaran a preguntarle si pretendía encerrar en casa a los padres a latigazos. Pero ella, contestó que “eso demuestra el desprecio hacia todo lo que tenga que ver con el cuidado de los niños”.
Frente a quienes desprecian o menosprecian el valor de las familias numerosas, ella insiste en que es preciso volver a hablar del “pan que los niños traen debajo del brazo”. Ese pan es el pan de la alegría, de la fuerza creadora, de la seguridad para el futuro. “Los niños –insiste- no significan pobreza, sino perspectiva. Sigue siendo importante que haya niños en las calles, la solidaridad generacional, la buena educación, la subsidiariedad, y hay que preguntarse cómo mantenerlas en el mundo moderno”.
En la misma línea insiste en que hay que recuperar “los valores cristianos y traducirlos a estos tiempos”. ¿Cómo ignorar, por ejemplo, que la dignidad y radical igualdad de los hombres y de las mujeres es consecuencia del principio cristiano de que la persona humana es imagen de Dios, independientemente del color de su piel y de su cultura? Este ha sido uno de los pilares sobre los que se ha construido Europa y este ha de ser un punto inconmovible, si queremos que el Viejo Continente, además de perdurar, exporte y extienda a todas las geografías y espacios culturales la dignidad e igualdad de todas las personas. Gentes como Úrsula Von der Leyren son incómodas para lo políticamente correcto y la cultura del miniesfuerzo, pero hacen grandes a cualquier nación y continente.

+Francisco Gil Hellín,
arzobispo de Burgos